En el siglo XXI, todo se trata de satisfacer a los consumidores. Si bien esta puede parecer una idea básica, lo cierto es que antes de las redes sociales y el auge de las posibilidades interactivas, el consumidor no era lo primero que estaba en la mente de las marcas, las revistas y la publicidad. Lo estaba el vender, sin aventurarse a entender más lo que había dentro de las mentes de sus objetivos, a entender cabalmente sus necesidades y emociones. En el viejo marketing no existía la métrica de sentimiento, si acaso se hacían encuestas y focus groups que tomaban muestras que se pensaban “representativas” para generar conclusiones.